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ETAPA

dia 11/01/99

GRUPO F - PROVA DE ESPANHOL

LOS CUENTOS, VAGABUNDOS

Pocas cosas existen tan cargadas de magia como las palabras de un cuento. Ese cuento breve,
lleno de sugerencias, dueño de un extraño poder que arrebata y pone alas hacia mundos donde no existen
ni el suelo ni el cielo. Los cuentos representan uno de los aspectos más inolvidables e intensos de la
primera infancia. Todos los niños del mundo han escuchado cuentos. Ese cuento que no debe escribirse y
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lleva de voz en voz paisajes y figuras, movidos más por la imaginación del oyente que por la palabra del

narrador.
He llegado a creer que solamente existen media docena de cuentos. Pero los cuentos son viajeros
impenitentes. Las alas de los cuentos van más allá y más rápido de lo que lógicamente pueda creerse. Son
los pueblos, las aldeas, los que reciben a los cuentos. Por la noche, suavemente, y en invierno. Son como
10 el viento que se filtra, gimiendo, por las rendijas de las puertas. Que se cuela, hasta los huesos, con un
estremecimiento sutil y hondo. Hay, incluso, ciertos cuentos que casi obligan a abrigarse más, a
arrebujarse junto al fuego, con las manos escondidas y los ojos cerrados.
Los pueblos, digo, los reciben de noche. Desde hace miles de años que llegan a través de las
montañas, y duermen en las casas, en los rincones del granero, en el fuego. De paso, como peregrinos. Por
15 eso son los viejos, desvelados y nostálgicos, quienes los cuentan.
Los cuentos son renegados, vagabundos, con algo de la inconsciencia y crueldad infantil, con
algo de su misterio. Hacen llorar o reír, se olvidan de donde nacieron, se adaptan a los trajes y a las
costumbres de allí donde los reciben. Sí, realmente, no hay más de media docena de cuentos. Pero
¡cuántos hijos van dejándose por el camino!
20 Mi abuela me contaba, cuando yo era pequeña, la historia de la Niña de Nieve. Esta niña de
nieve, en sus labios, quedaba irremisiblemente emplazada en aquel paisaje de nuestras montañas, en una
alta sierra de la vieja Castilla.
No hace mucho tiempo me enteré de que ese cuento que mi abuela recogiera de labios de la suya,
era en realidad una antigua leyenda ucraniana. Pero ¡qué diferente, en labios de mi abuela, a como la leí!
25 La niña de nieve atravesó montañas y ríos, calzó altas botas de fieltro, zuecos, fue descalza o con abarcas,
vistió falda roja o blanca, fue rubia o de cabello negro, se adornó con monedas de oro o botones de cobre,
y llegó a mí, siendo niña, con justillo negro y rodetes de trenza arrollados a los lados de la cabeza. La niña
de nieve se iría luego, digo yo, como esos pájaros que buscan eternamente, en los cuentos, los fabulosos
países donde brilla siempre el sol. Y allí, en vez de fundirse y desaparecer, seguirá viva y helada, con otro
30 vestido, otra lengua, convirtiéndola en agua todos los días sobre ese fuego que, bien sea en un bosque,
bien en un hogar cualquiera, está encendiéndose todos los días para ella. El cuento de la niña de nieve,
como el cuento del hermano bueno y el hermano malo, como el del avaro y el del tercer hijo tonto, como
el de la madrastra y el hada buena, viajará todos los días y a través de todas las tierras. Allí, a la aldea
donde no se conocía el tren, llegó el cuento, caminando. El cuento es astuto. Se filtra en el vino, en las
35 lenguas de las viejas, en las historias de los santos. Se vuelve melodía torpe, en la garganta de un
caminante que bebe en la taberna y toca la bandurria. Se esconde en las calumnias, en los cruces de los
caminos, en los cementerios, en la oscuridad de los pajares. El cuento se va, pero deja sus huellas. Y aun
las arrastra por el camino, como van ladrando los perros tras los carros, carretera adelante. El cuento llega
y se marcha por la noche, llevándose debajo de las alas la rara zozobra de los niños. A escondidas,
40 pegándose al frío y a las cunetas, va huyendo. A veces pícaro, o inocente, o cruel. O alegre, o triste.
Siempre, robando una nostalgia, con su viejo corazón de vagabundo.

Adap. de MATUTE, Ana María. In: J. URIZ, Francisco. España Cuenta. Madrid: Edelsa, 1990, p. 12/15

 

Leído el texto, responde, en español, con por lo menos una frase completa, a las cuestiones que se siguen.

1a Cuestión: (2,0 puntos)

¿Por qué Ana María Matute afirma que "pocas cosas existen tan cargadas de magia como las palabras de un cuento"? (línea 1)

Resposta:

Porque las palabras de un cuento sugieren, arrebatan, desdoblan las alas del sueño, o sea, tienen el poder de sacarle a uno de la realidad.

2a Cuestión: (2,0 puntos)

En el 2o párrafo, la autora afirma que "los cuentos son viajeros impenitentes", perseverantes. Según el texto, ¿qué aspectos del cuento justifican tal afirmación?

Resposta:

Los cuentos siempre van, no paran nunca, y llegan más allá de lo que se esperaría. No se limitan a un mismo espacio/tiempo, van a pueblos y aldeas, se cuelan en uno hasta los huesos.

3a Cuestión: (2,0 puntos)

Según la autora "no hay más de media docena de cuentos" (líneas 19-20). ¿Por qué?

Resposta:

Los cuentos son, en realidad, muy pocos. Lo que varía es la manera de contarlos que los vestirá con características propias del lugar donde los reciben.

4a Cuestión: (2,0 puntos)

Comprueba con base en el texto la afirmación de que "el cuento es astuto" (líneas 36-37)

Resposta:

Es astuto porque alcanza llegar a lugares impensados, por medios impensados e inesperados, filtrados en el vino, en las lenguas de las viejas y en las historias de los santos. Hay miles de posibilidades de contarlos.

5a Cuestión: (2,0 puntos)

Explica el sentido de Los cuentos, vagabundos, título del texto, considerando lo afirmado en la última frase.

Resposta:

El cuento nunca es el mismo, es vario, es viajero impenitente.
El mismo cuento tiene múltiples caras, llega y se marcha, como un vagabundo.